martes, 30 de septiembre de 2014

SUEÑO DE LUNA CRECIENTE...

SUEÑO DE LUNA CRECIENTE...
Estaba en el campo, en un día soleado de primavera. Cruzaba una puerta de madera que me llevaba a un cuarto, nocturno y urbano: había una cama de dos plazas y yo bruscamente te tiraba sobre el colchón y me tiraba encima tuyo... quería cerrar la puerta, porque del otro lado había gente... pero vos me decías que mi sexualidad te parecía muy agresiva, que así no querías, entonces yo te contaba que había empezado a menstruar y me ponía medio salvaje, bruja..., entonces vos te sincerabas conmigo y me hablabas de cómo tu familia se había hecho evangélica para zafar en los tiempos de la persecución. Salíamos a un balcón y veíamos el cielo como desde el borde de un planeta. Una luna grande y amarilla, recién empezando a crecer, asomaba en la distancia de un cielo negro lleno de estrellas y galaxias; después, muy cerca, una luna del mismo tamaño empezaba a crecer hasta hacerse luna llena... las lunas se empezaron a acercar y solo cuando estuvieron casi al lado nuestro percibimos la velocidad con que se movían; eran un satélite con tres antenas parabólicas (la tercera era una luna nueva, apenas la vimos pasar). Entonces el cielo se apagó y debajo de la azotea aparecieron otros edificios, la ciudad empezó a tomar forma, y yo exclamé ¡Es Buenos Aires!, y seguimos nuestra conversación...
Cuando desperté sentí el goteo cálido entre mis piernas....

Sueño acuático y sexual... desnudando el subconsciente...

Sueño acuático y sexual... desnudando el subconsciente...


Me despertaba en la noche y estaba todo inundado, el ruido del mar que se metía en mi cama era ahora un cañadón que corría hacia la calle, rápido y limpio. Me metía con el agua hasta la cintura y miraba todas las casas empapadas; la correntada me llevaba hasta una calle donde frené porque iba a perder el control y estaba hondo. En una esquina ancha vi cruzar por el medio a una pareja con un niño pequeño; él le dijo a ella que no iba a dar pie, pero cuando se dieron cuenta ya lo había soltado de la mano y lo dejaba hundirse en el agua y seguían caminando, les di la espalda mientras lo buscaban y un llanto de bebé se perdía detrás de mí. 

Llegué a una callejuela donde encontré a Ranen, que iba por Zuri a la escuela. Ahí me presentó a un chico brasileño que vestía pantalón y una camisa blanca parecida a las túnicas de tres maestras gordas que estaban en el pasillo. Luego me habló y estaba sin remera; yo me sentía muy atraída por él, había una conexión en nuestras miradas que por un momento hizo desaparecer todo lo demás; solo existían sus ojos y un intento de decirnos algo que ninguno de los dos pudo entender.
Salí y subí a una planicie donde ya no había agua. Escuché voces y murmullos, y empezaron a llegar siluetas de chicos y chicas que corrían en la oscuridad. Eran adolescentes; los seguí como una sombra, ya amaneciendo. Todos entraron en una enorme casa gris sin pintar que parecía un viejo castillo; una mujer bastante linda los acompañaba. Subí una escalera que daba a una vereda de concreto, y en la cima había una cachimba; le di bomba apenas dos o tres veces y empezó a correr agua a borbotones que caía en forma de lluvia encima de una anciana que iba pasando. Ella miró hacia arriba, le pedí disculpas y nos saludamos amablemente (yo quería ver si el agua era buena, para llevar un poco a casa ya que estaba cerca). Desde ahí veía a los chicos en el patio, luego observé alrededor y habían muchas casas pegadas una al lado de la otra (el agua no debía ser buena, pero no se veía turbia).
Caminaba, y llegaba a una feria, que se extendía en todas direcciones y parecía no terminarse nunca. La recorría; habían muchos colores y mucha gente y sin embargo yo caminaba perdida, como entre dos mundos, soñolienta y pensativa. Aparecía frente a mí un chico con la cara pintada de payaso; tenía un rostro con ojos lindos, expresivos y graciosos, y una boca enorme de blanco que cambiaba su gestualidad cuando la abría y la cerraba. Sus ojos eran tiernos, dulces, y me llamaban; lo seguí sin pensarlo, corríamos y se nos sumó otro chico que también estaba disfrazado. Me llevaron a un lugar con una sala grande y telas de colores donde había más chicos.
Yo ya era habitué de la escuela de Clown. Estábamos sentados en un sofá, el chico de los ojos lindos me pasaba el brazo por detrás del cuello y me besaba; otro detenía sus labios sobre los míos y yo aceptaba su lengua dentro de mi boca con el nerviosismo de la primera vez que se besa a alguien. Creo que los otros estaban ahí, pero daba igual, ya comenzaba a excitarme. Más tarde, yo le diría a alguien que seguro tendría sexo con tres de ellos, que con los otros quizás, a veces, pintaba, y que ya había estado con los diez (un par de ellos no eran muy buenos amantes). 
Estábamos en la calle, jugando. Ellos tenían sus disfraces y yo también quise pintarme la cara: -Como guerrera-, les pedí, y cuando terminaron de maquillarme me tiré encima de el de los ojos lindos y rodamos por el suelo mientras nos besábamos, con nuestros cuerpos pegados;  el otro se reía a carcajadas.
Corríamos. Yo me metía en el monte y avanzaba sola entre las chircas. Me cruzaba con la camioneta blanca de Matías y lo saludaba bruscamente mientras me apartaba hacia un lado con mi bicicleta. Seguía por la carretera en cuyos bordes había un campo con vegetación silvestre, y de a ratos iba por el monte muy rápido, hasta que llegué a una casa de ladrillos donde un grupo de gente discutía secretamente sobre un conflicto que teníamos que resolver, yo me detenía y me unía a la reunión.
Desperté con la sensación de desenmarañar; el pelo de mi vulva se había enredado y desarmaba los nudos con mis dedos...